YO, ARTISTA
Alejandro Cañestro
Pocos nombres de artistas se han
conocido hasta la Edad Moderna,
por lo que puede decirse que la
Historia del Arte hasta el siglo XV ha sido fundamentalmente
anónima. En Egipto, por ejemplo, únicamente puede aportarse el nombre de
Imhotep, arquitecto de la pirámide escalonada de Saqqara para el faraón Zoser.
Fidias, autor de los relieves del Partenón de Atenas; Policleto, artífice del
Doríforo –escultura que sirvió de canon por su proporción y belleza–, Scopas,
Lisipo y, más tardíamente, Mirón con su lanzador del disco, son los pocos
nombres que aportan más de cuatro siglos de arte griego. En cambio, nada se
sabe de arquitectos, escultores o pintores romanos ni paleocristianos ni del
Románico. No será hasta el siglo XIII, con la presencia de Giotto di Bondone
–famoso por sus ciclos pictóricos de San Francisco de Asís y la Capilla Scrovegni
de Padua–, Duccio o Cimabúe, cuando empiezan a surgir los nombres de artistas,
si bien no eran reconocidos como tales, pues en ese momento de tan eminente
piedad religiosa la actividad artística, especialmente la escultura y la
pintura, no era querida ni mucho menos, ya que se la consideraba productora de
ídolos, tentadora o demoníaca. Llega el siglo XV, el siglo del Renacimiento en
Italia y del último Gótico en el resto de Europa: aparece un pintor, Roger van
der Weyden, radicado en Flandes, del cual hay un magnífico Descendimiento en el
Museo del Prado. En ese mundo flamenco también está Jan van Eyck –de los van
Eyck de toda la vida–, artista, absolutamente artista, creador del retrato de
los Arnolfini, en el que se representa al matrimonio en el momento de su
desposorio junto a un perrito –símbolo de fidelidad y lealtad, algo poco usual
en estos tiempos– y multitud de símbolos, como las tres naranjas que aluden a
Castilla y Aragón. Al fondo de la estancia se ve un espejo, encima del cual
aparece la firma del artista: el arte deja de ser anónimo para tener, a partir
de entonces, nombre y apellidos. Eso sí, una cosa es tener nombres y apellidos
y otra muy distinta es que a uno lo llamen el ‘divino’, pues así se refirió el
tratadista Giorgio Vasari a Miguel Ángel Buonarroti. ¿Una sugerencia? La
exposición “Fuerza de mujer” en la
Lonja del Ayuntamiento de Elche.
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