viernes, 26 de octubre de 2012

Sin duda

Viernes 26 de octubre de 2012
 
SIN DUDA
Alejandro Cañestro
            
 La ilustración –en minúscula por su supuesto valor inferior con respecto a otras artes aunque se trate de arte en mayúsculas– hunde sus raíces en los juegos de cartas que desde China se extendieron a la India, Egipto y Europa en los siglos XII y XIII. Casi nada. Parejo a ello se creó, evidentemente, el oficio de ilustrador, que tendrá en Alfons Mucha (1860-1939) uno de sus mejores representantes. Y aunque las comparaciones pueden llegar a ser odiosas y, a su vez, hiperbólicas, hoy les quiero hablar de Paz García, a raíz de su última exposición en Diversis (Elche, avda. de Juan Carlos I nº 59), de reciente apertura. Sus “Puntos de vista” la definen como una artista completa, polifacética, cómoda en cualquier tema, que lo hace suyo desde una estética propia, personal y profunda, como si quisiera que el espectador abandonara su postura pasiva y se adentrara en el significado trascendente que existe en el fondo de su obra. En sus cuadros se produce una curiosa simbiosis pues, cuando parece que todo está inventado, llega Paz e irrumpe con una iconografía novedosa, que bebe de muchas fuentes llegando a crear una propia. Elementos del pop-art más americano, los chorros de pintura de Pollock, los fondos indeterminados de Rothko o incluso la rotundidad de las formas del constructivismo ruso, además de un inusitado gusto por lo realista y lo cotidiano. Las sensaciones de una calle de Nueva York, un coche, unas gafas,…elementos cercanos que ha convertido magistralmente en arte, con una pincelada muy suelta y, lo que es más importante, con una cuidada formación en historia del arte por sus más que obvias influencias. Todo ello hace de la pintura de Paz algo muy recomendable para que el espíritu humano se imbuya de buenas sensaciones. Sin duda, es toda una feliz circunstancia que Paz García sea quien ilustre semanalmente esta columna y desde aquí se le augura un brillante porvenir. Sin duda.

         

viernes, 19 de octubre de 2012

Critícame

Viernes 19 de octubre de 2012



CRITÍCAME
Alejandro Cañestro


Ya en época de griegos y romanos existía la crítica de arte, en contraposición a la común asociación del nacimiento del juicio artístico paralelamente a la eclosión de los Salones franceses en el siglo XVIII. Con todo, el concepto del gusto ha ido variando a lo largo de los tiempos: desde las primitivas Venus prehistóricas hasta las formas rotundas de los pintores del Barroco o la inspiración filosófica del arte contemporáneo, toda obra ha sido hija de su tiempo. El crítico de arte, haciendo un uso a veces indebido de este género literario, se erige en juez, parte, sospechoso y culpable y, en ocasiones, busca más la palabra fácil y el elogio que el verdadero juicio de valor, para lo que a priori ha sido formado, rayando en la subjetividad emocional y prescindiendo de criterios estéticos y formales, cada vez más complejos y controvertidos porque ¿cómo puede saber el crítico lo que el artista ‘quiso decir’ al emplear tal o cual color o al disponer las formas sobre la superficie si ni siquiera lo conoce? Resulta complicado asociar los modelos histórico-artísticos y estéticos con cada una de las obras producidas hoy en día, pues no siempre tiene que tener un fundamento psicológico el uso del color rojo o de las líneas demasiado rectas –comúnmente considerados síntomas de una personalidad fuerte y casi violenta– o la adopción de determinados lenguajes y repertorios bautizados como naïf, o sea, motivos ingenuos inspirados en el arte infantil, como consecuencia de algún tipo de trastorno mental. El arte va mucho más allá y no se deja seducir por esas pamplinas aunque a veces sí sirven los referentes y las asociaciones psicológicas que tanto usan los críticos. En el siglo XIX la crítica era el instrumento sagaz que catapultaba o hundía a los artistas y ahora son los propios artistas los que solicitan su crítica y su debida presentación. Entonces, ¿quién se vale de quién?

viernes, 12 de octubre de 2012

Arte boca abajo



Viernes 12 de octubre de 2012

ARTE BOCA ABAJO
Alejandro Cañestro (@alejandroelx)

 
 
             Esta columna no versa sobre el famoso cuadro del rey Felipe V conservado en Gandía y que está colgado con el monarca boca abajo, no. Si no que más bien se trata de otra cosa… Sin duda Wassily Kandinsky (1866-1944) fue uno de los más grandes genios de la historia de la pintura del siglo XX pero ¿en base a qué se ha afirmado con rotundidad tal juicio subjetivo? Muchas son las circunstancias que llevaron al ruso a coger un pincel y plasmar sobre una superficie aquello que su mano disponía, si bien fue uno de los pioneros de la abstracción, un arte no figurativo, sin tema, cada vez más autosuficiente y sin depender de nada que corroborase su auténtico rango de obra de arte. Cuando en 1910 pintó su primera acuarela abstracta inauguró una corriente en la que formas y colores se daban cita en una suerte de íntima pero caótica comunión, influenciada por lo esotérico y lo teosófico. Ya formaba parte del juego la filosofía y lo que el artista quería expresar, lejos de retratos de reyes y nobles o representaciones de Cristos y Santos. El arte había cambiado  y se comenzaba a dirigir entonces hacia otros derroteros. Cuenta la leyenda que descubrió Kandinsky la abstracción al ver un cuadro suyo boca abajo y se sintió tan atrapado por el universo que se le abría ante sus ojos que empezó a instalarse en esa estética de líneas y formas geométricas, que le valdrían la fama internacional. Fue Kandinsky de esos artistas completos, un Miguel Ángel del siglo XX, pues a su faceta de pintor se le unía la de teórico con libros como “De lo espiritual en el arte” o “El punto y la línea”, que confirmaban y justificaban tanto la valía del arte abstracto como la personalidad creadora de este genio. ¿Puede decirse, por tanto, que la abstracción en el arte nace con este artista? La mayoría de los historiadores del arte así lo afirman porque lo que pretendió, incluso desde sus inicios con el grupo Der Blaue Reiter (“El jinete azul”) fue hacer un arte subjetivo, con capacidad para expresar los estados de ánimo y sin una lectura aparente, algo que, en definitiva, se convirtió en característica principal de la abstracción.