EL NO VA MÁS
Alejandro Cañestro
Este viaje por
el arte se inicia con el tópico latino del “non plus ultra”, es decir, esa
frase recurrente que se emplea en los casinos y en otros ámbitos para designar
que no se admite más, sea lo que sea. Algunos podrían personificar el no va más
del arte en la figura de Marcel Duchamp, autor, entre otras muchas
genialidades, de una atrevida copia en 1919 de la Gioconda de da Vinci con
unos bigotes –algo que todos hemos hecho– y la inscripción en francés “Ella
tiene calor en el culo”, que ridiculizaba a la pintura clásica. También Man Ray
polemizó con sus obras –los denominados “ready mades”, o sea, objetos
prefabricados– que pretendían satirizar al arte. Sirva como ejemplo la plancha
de hierro con clavos, convertida en un instrumento de funcionamiento imposible,
irónico y paradójico pues ¿quién podría planchar una camisa si la plancha
contiene clavos? Pero sin duda el no va más se produjo con Kasimir Malevich, un
artista ruso –a sí mismo se llamaba “suprematista”, lo que evidencia su
acrecentado ego– que tuvo a bien (o a mal, no lo sabemos) pintar hacia 1915 una
serie de cuadros con figuras geométricas de colores puros –cuadrados, círculos,
triángulos, tan de moda en la actualidad por ser el logotipo de una conocida
caja de ahorros…– sobre fondo blanco. Llegados a este punto resulta más que
oportuno recordar las palabras del artista francés Maurice Denis, quien
afirmaba en 1890 que “un cuadro –antes que ser un caballo de batalla, una mujer
desnuda o una anécdota cualquiera– es esencialmente una superficie cubierta de
colores agrupados en un cierto orden”. A simple vista puede parecer que lo de
Malevich no tiene nada de transgresor pero ¿qué pensarían si les dijera que al
genio en cuestión se le ocurrió pintar la nada? Sí, ¡la nada! Imagínense: un
cuadrado, un círculo o un triángulo blanco sobre fondo blanco. Ahora sí que sí:
el no va más.
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