Alejandro Cañestro
Valeriano Venneri
“Recuerdo cómo hoy, este día de 10 de mayo de mil
quinientos ocho, yo Miguel Ángel escultor, he recibido de la Santidad de nuestro Santo
Papa Julio segundo, quinientos ducados […] por cuenta de la pintura de la
bóveda de la Capilla
del Papa Sixto, para la cual comienzo hoy a trabajar”. Miguel Ángel nos informa
sobre la fecha de inicio de la bóveda de la Sixtina. Rompiendo
todo lazo con la tradición artística, concibe el que es considerado como el más
grande ciclo de frescos del arte occidental y el primero que pintaba el genial
artista, con una superficie de 1100
m2 . El Buonarroti elaboró un proyecto
complejo, constituido por trescientas treinta y seis figuras, ejemplo de un
perfecto conjunto de plásticos volúmenes y deslumbrantes colores ubicados en
una arquitectura pintada. La bóveda representa la historia de la humanidad –incluso
algunos han visto que se trata de una alianza entre las tradiciones judía y
cristiana– desde el caos inicial a la redención con la venida de Cristo,
incorporando todos los pasajes bíblicos más significativos, además de profetas
y sibilas, eso sí, todos del Antiguo Testamento. El encargo vino de la mano del
Papa Julio II, un hombre cuyo ego no conocía límites, con especial intuición
para el talento artístico. Miguel Ángel lo representó como el profeta Zacarías,
situado encima de la puerta de acceso, por lo que todos los futuros Papas
tendrían que caminar bajo sus pies y su mirada, algo que fascinó al pontífice y
fue clave para que diera carta blanca al pintor/escultor.
El 31 de octubre se celebró el 500 aniversario de la
inauguración de la capilla, cuyo proceso duró desde 1508 a 1512, renovándose así
la percepción de la fuerza expresiva del genio toscano. El colosal trabajo consagra
al Miguel Ángel pintor, atrayendo sobre él la admiración de sus contemporáneos,
entre los que se contaba Rafael Sanzio. Cada año esta espléndida obra de arte
es visitada por cinco millones de personas, según las cifras del director de
los Museos Vaticanos, Antonio Paolucci, número tan exagerado que se está
pensando limitar el ingreso de visitantes por motivos de conservación.
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