VESTIDOS POR LOS PIES
Alejandro Cañestro
Resulta
evidente que, cuando uno se viste, lo hace por los pies aunque el auténtico
significado de este dicho debe hallarse en los tiempos de la
Edad Media, en que los caballeros llevaban
armadura y si se la ponían por la cabeza, dado su peso, corrían el riesgo de
caer de espaldas, comenzando a vestirse por los pies. En tal sentido, la
historia de la indumentaria (una rama de la historia del arte) nos ofrece un
panorama amplio que permite que se conozcan los complementos y vestidos que se
llevaban en épocas pasadas. Y dentro de ellos, el calzado ocupa un lugar
relevante. Todo comienza en el antiguo Egipto, cuando faraones y otros
agregados al poder usaban sandalias para no andar por las arenas del desierto y
tanta importancia se le daba al calzado que incluso a los obreros de las
pirámides, en lugar de darles el salario correspondiente, se les daban pares de
sandalias de junco, papiro, palmera o cuero, además de vestidos, aceite y conos
perfumados para sus fiestas y cumplimientos religiosos. El común de los
mortales egipcios no llevaban calzado porque su exigua economía no les daba
para tal lujo, que estaba reservado para los más altos representantes de los
estamentos sociales: el faraón y algunos miembros de la corte, especialmente
sacerdotes, quienes tenían por lo general dos pares de sandalias, uno de diario
y otro blanco para las ceremonias. Además de ellos, solían incorporar a sus
ajuares funerarios algunos otros pares así como los que calzaría el difunto (es
apropiado recordar este pasaje del Libro de los Muertos: “Oh Osiris, toma tu
parte, tus vestimentas y tus sandalias”). Es muy conocido el caso de
Tuthankamón, en cuya tumba se hallaron unas sandalias de junco con la
inscripción “Vida, prosperidad y salud” y la momia llevaba un bellísimo par de
sandalias de oro y lapislázuli. Ello nos indica que para los egipcios, el
calzado era indudablemente un bien preciado, llegando a montar una verdadera
industria que las fabricaba de oro, marfil, madera. Otro rasgo que revela su
importancia radica en la introducción de un nuevo personaje en el séquito del
faraón: el portasandalias, un acólito del rey que iba a todas partes con su
caja para guardar las sandalias que el monarca no llevase puestas en ese
momento. Pero la coquetería egipcia no quedaba ahí… Esto no ha hecho más que
empezar.
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